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Polarización política en democracias contemporáneas

  • Foto del escritor: Alberto Ruiz Méndez
    Alberto Ruiz Méndez
  • 27 jun
  • 3 Min. de lectura
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El término polarización fue acuñado a inicios del siglo XIX por el físico-óptico Étienne-Louis Malus para describir una modificación en los rayos de luz que los llevan a acumularse en direcciones opuestas. Con esta acepción, el término empezó a usarse hasta 1959 en contextos políticos cuando autores como Talcott Parsons, Ralf Dahrendorf o Seymour M. Lipset, entre otros, utilizaron la palabra polarización para describir dinámicas ideológicas y de partidos principalmente en Estados Unidos.


Si bien es a partir de ese año que el término pasa a formar parte del vocabulario de científicos sociales, filósofos o comunicólogos que lo utilizan tanto como una categoría de descripción como de análisis, ello no implica que el fenómeno no existiese con anterioridad. El que clases, grupos religiosos, partidos políticos estuvieran divididos profundamente por ideologías incluso antagónicas es parte inherente de la política democrática.

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Que las sociedades hayan estado polarizadas o que el fenómeno sea constitutivo de la democracia, hace necesario preguntarnos entonces por la especificidad de la polarización política como objeto de estudio: qué fenómenos describe la polarización, es bueno o malo para la democracia, provoca una crisis o ayuda a resolver problemas, cómo puede definirse, en qué contextos se presenta y, principalmente, por qué debemos ocuparnos de ella.


Partamos del hecho de que la democracia es una forma de gobierno que tiene en su base social el conflicto. En tanto que plantea su resolución no violenta, un régimen democrático se caracteriza por la ineludible presencia del conflicto como propulsor de reformas y mejoras pues no obliga al diálogo y al consenso. Pensemos en el caso del sufragio femenino, si las mujeres y aliados no hubieran desafiado al orden político tradicional, es decir, si no hubieran promovido un conflicto, no hubiera sido posible el reconocimiento, la ampliación de su derecho legítimo para ejercer el sufragio.

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En un contexto donde un conflicto requiere el consenso social, la polarización política, entendida como una tendencia a la acumulación en direcciones opuestas, es una situación donde el conflicto en vez de contribuir a ampliar la democracia, la desestabiliza pues las posiciones políticas se encuentran en los extremos y el consenso es imposible.


En este sentido, podemos entender por polarización política un proceso según el cual en una sociedad democrática se produce una erosión derivada de un conflicto que no puede ser consensuado.


Pero como todo proceso social, la polarización política debe tener un origen, una razón por la cual las posiciones políticas deben situarse en uno u otro extremo de los polos ideológicos. En el ámbito de la física, la luz es una onda electromagnética que vibra en múltiples planos. Cuando la luz interactúa con ciertos materiales o se refleja en ciertas superficies, puede filtrarse de manera que sus vibraciones se limiten a un solo plano, creando luz polarizada.

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En una sociedad democrática, esos materiales, esas ideologías que llevan a que las posiciones políticas se polaricen, es decir, se coloquen en un único plano que impide el diálogo son los discursos políticos que intentan homogeneizar a la sociedad.


Recordemos la dimensión física de la luz: en su estado natural la luz vibra y se refleja en múltiples planos, sucede que cuando interactúa con ciertas superficies, aquella puede filtrarse de manera que sus vibraciones se limiten a un solo plano, creando luz polarizada.


De tal suerte que, en el plano político, discursos como el autoritarismo, el populismo o los extremismos son aquellos planos, aquellas superficies en los que, cuando la diversidad democrática se refleja, ésta se limita a un solo plano creando una sociedad polarizada entre buenos y malos, nacionales o extranjeros, ricos o pobres.

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Las personas, los partidos políticos, tenemos ideas diversas y divergentes sobre la sociedad, el bien, la justicia, la libertad; estas diferencias nos obligan a ponernos de acuerdo en aquellos temas que nos interesan a todos dentro de una democracia.


Cuando surge un discurso que niega esa pluralidad al entender a la sociedad en términos dicotómicos, nos obliga a colocarnos en uno u otro bando y, en consecuencia, la posibilidad del diálogo y del consenso se puede ver reducida a cero con consecuencias peligrosas para la democracia.


Es en este sentido que debemos entender a la polarización política como un efecto, no como una causa de la crisis contemporánea de la democracia. Ello no quiere decir que sea un proceso menor, de hecho, al ser la cara visible de aquella crisis, la polarización política probablemente es el fenómeno más preocupante de nuestro tiempo pues, en el marco de la policrisis en la que nos encontramos a nivel global, la necesidad de diálogo y consenso es cada vez más urgente.

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De qué manera podría la comunicación política contribuir al diseño de un futuro social donde prevalezca el diálogo y no la confrontación, esta respuesta quedará pendiente para la siguiente entrada.

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