TikTok, el Nuevo Coyote: Redes Sociales al Servicio del Tráfico de Migrantes
- Jorge Alberto Hidalgo Toledo
- 23 mar
- 3 Min. de lectura
Actualizado: 10 abr

Por: Dr. Jorge Alberto Hidalgo Toledo, Human & Nonhuman Communication Lab, Facultad de Comunicación, Universidad Anáhuac México
El desierto, el río, el muro... y ahora el algoritmo. La migración irregular hacia Estados Unidos no solo se mueve por rutas subterráneas, sino también por autopistas invisibles de datos, emojis y música norteña. TikTok se ha convertido en el nuevo escaparate del tráfico de personas, en una vitrina de promesas —a menudo falsas— donde la frontera se vende como contenido viral.
Los videos duran 30 segundos. Migrantes con rostros cubiertos de emojis posan junto a vehículos todo terreno, helicópteros, campos de cultivo y fajos de billetes. Con una estética que combina espectáculo y urgencia, el crimen organizado ha encontrado en TikTok una herramienta de mercadeo brutalmente eficaz.
Del WhatsApp a la viralidad
Lo que comenzó como coordinación entre activistas en WhatsApp en las caravanas de 2017, hoy ha sido colonizado por redes de tráfico humano que han profesionalizado su narrativa. Smugglers, ahora “creadores de contenido”, publican historias, rutas, testimonios y promesas bajo cuentas con nombres como “Cruce seguro”, “Pollero USA” o “Cumpliendo sueños”.
“Con ayuda de Dios seguiremos cumpliendo los sueños de los extranjeros”, se lee en uno de estos videos. Pero ese dios no es el de la compasión, sino el de la extorsión, el secuestro y la trata. Es la economía criminal hablando en lenguaje de plataforma, con estética de confianza.
El algoritmo también trafica esperanza
TikTok, como otras plataformas, ha intentado frenar este contenido. Pero los sistemas de detección no alcanzan la velocidad ni la sutileza de los traficantes. En su lenguaje visual, los emojis reemplazan rostros, los filtros ocultan la precariedad, y los likes se traducen en confianza.
La migración es desesperación. Y cuando las puertas legales se cierran, cualquier atajo parece viable. Migrantes como Cristina, abandonada en Ciudad Juárez, encontraron a su coyote navegando TikTok. En media hora conectó con una red que le ofrecía paso, protección y resultados. Lo que no sabían —ni ella ni muchos— es que detrás de esas promesas pueden esconderse redes de trata, secuestro o muerte.
La frontera como contenido
Como documenta el reportaje de Associated Press, TikTok se ha transformado en un teatro de operaciones. Allí se representan narrativas de éxito: niños cruzando, madres agradeciendo, migrantes “felices” en su destino. Algunas historias son reales; muchas son montajes forzados, incluso grabados bajo coerción. Y aún así, funcionan: TikTok no solo difunde, también legitima.
Los traficantes no venden solo un cruce, venden una marca, un testimonio, una comunidad. Prometen confianza. Y la confianza, en la migración irregular, es más valiosa que cualquier papel legal.
¿Qué estamos enfrentando?
El tráfico de personas siempre ha sido flexible, adaptativo. Pero ahora es transmedia. El coyote del siglo XXI ya no necesita rumores en el pueblo: necesita seguidores. El cruce ya no se paga solo con dinero, también con imágenes, con datos, con visibilidad.
Mientras tanto, las autoridades siguen llegando tarde. La investigación criminal se ve superada por la viralidad. Y las víctimas siguen expuestas a una industria digital de explotación camuflada de oportunidad.
No es solo una app. Es un fenómeno socio-digital.
Lo que TikTok ha revelado no es solo la sofisticación de los traficantes, sino la crisis moral de una sociedad que ha permitido que la necesidad de migrar se convierta en espectáculo.
En tiempos donde los muros ya no se construyen solo con concreto, sino con información, necesitamos algo más que drones y patrullas: necesitamos ética digital, regulación transnacional, y una comprensión profunda de cómo se producen las nuevas formas de esclavitud en la pantalla.
Y mientras no se reconozca que el tráfico de migrantes también tiene influencers, seguiremos viendo desfilar promesas entre filtros y hashtags, mientras el dolor real se difumina tras un emoji de bandera y un sonido viral.
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