Antropología y cine
Adriana
Fernández Rodríguez Macedo
¿Qué nos hace ser humanos? Hay
todo un debate en torno a esta premisa y en el cine se ejemplifica muy bien.
¿Ser humano es una condición inherente o es algo que se adquiere? ¿Tiene que
ver con la capacidad de aprender y socializar?
Una película que cuestiona la
antropología es Capitán Fantástico
(Ross, 2016), que nos cuenta cómo Ben Cash (Viggo Mortensen), vive con sus seis
hijos en un bosque del Noroeste de Estados Unidos, impartiéndoles una educación
especial: intensos entrenamientos físicos, combates cuerpo a cuerpo con
cuchillos, lectura de los clásicos rusos y hablar varios idiomas. Ya saben, lo
usual.
Pero los Cash van a enfrentar una
desgracia familiar, y eso significará viajar en su camión/camper a Nuevo
México, a la casa de los abuelos maternos a quienes no han visto en años. Vaya
que si habrá choque de civilizaciones.
Ben quiere que vivan su vida
alejados de lo que él considera la podredumbre de la ciudad, la corrupción.
Quiere que, tal cual Rosseau lo concibió, sus hijos crezcan en un entorno
impoluto, al más puro estilo del buen salvaje.
Por otro lado, está la
antropología de la maternidad. Son prácticamente inexistentes las cintas que
invitan a hacer una reflexión profunda en torno a su visceralidad, filmes que
verdaderamente cuestionen y deshilvanen los misterios del instinto maternal. Tenemos que hablar de Kevin (Ramsay,
2011) es una de ellas.
La cinta entera está construida con
base en flashbacks que nos van guiando por la vida de Eva (Tilda Swinton):
desde un presente patético, donde vive sola en una modestísima casa y es objeto
de un rechazo social inexplicable, hasta su pasado como soltera y más adelante,
su vida en pareja y en familia.
Lentamente, vamos obteniendo
trozos de información que permiten trazar algo sobre la historia de esta mujer,
sin llegar a explicarnos del todo –eso vendrá más tarde- por qué vive sola y es
víctima de un agresivo bullying. Y de pronto vemos al Kevin de la historia: un
niño que pulveriza límites, que cuestiona la existencia misma del amor
maternal.
Una tempestad es probablemente la
mejor forma de describir la multitud de sentimientos que se agolpan al ver esta
cinta.
Y es que la poderosa historia de
la incomprensión, de la dolencia de lazos entre madre e hijo, está tejida con
tal habilidad que nos atrapa desde las entrañas, cimbrándonos por completo.
No cabe duda, la cuestión
antropológica es todo, menos lógica.
X: @adriana99
IG: @adrianafernandezcine
Linkedin: @AdrianaFernandezRM
Mi crítica de Gladiador II en
Reforma: https://reforma.com/OBCwhr
Mi crítica de Wicked en Reforma: https://reforma.com/T2E8Br
No hay comentarios
Gracias por tu mensaje, en breve te respondemos